La idea de contemplar tormentas en invierno, en lugar de evitarlas, fue iniciativa de Charles McDiarmid de Wickaninnish Inn, frente al océano de Tofino. Él creció amando el clima salvaje y se imaginó que otros también se deleitarían desafiando a los vendavales del Pacífico, que envían a los estruendosos rayos gigantescos a las extensas playas de la costa oeste de la isla de Vancouver.
Él estaba en lo correcto. Es por eso que el Wick Inn proporciona impermeables y botas de hule que se escurren en un lugar especial de secado afuera del Café Driftwood, mientras los huéspedes se relajan junto a una cálida y acogedora chimenea, disfrutando ese momento de felicidad, para la cual los daneses tienen una palabra: hygge (“heu-gah”).
La observación de tormentas costeras se lanzó a mediados de los años 90 y desde entonces se ha vuelto viral. Los entusiastas llevan ropa impermeable, mantas abrigadoras y libros, se abastecen de golosinas y se acomodan en hospedajes con desayuno (B&Bs) y cabañas frente al océano. Los surfistas montan olas de invierno en playas expuestas, desde Sombrio en el extremo sur de la isla hasta el norte hacia Haida Gwaii, donde los vientos azotan regularmente a más de 40 kilómetros por hora de noviembre a enero.
Las tempestades de invierno en la Columbia Británica vienen en todos los tamaños y formas. Cassiar Cannery, a 25 minutos de Prince Rupert, en la costa norte de la Columbia Británica, es un lugar único para observar el aire frío y seco del interior de la provincia, que se extiende 600 kilómetros por el río Skeena y se convierte en aire cálido y húmedo del Pacífico. El encuentro de temperaturas se convierte en una dramática exhibición de nubes ondulantes y niebla perforada por vívidos rayos de sol con una ligera inclinación.
Cuando estás acurrucado en la desembocadura del río en una casa de huéspedes frente al muelle, restaurada a partir de una de las históricas ciudades centenarias de salmón de la región, la observación de tormentas es una experiencia etérea y a veces surrealista. Las mareas de siete metros se mueven hasta tu casa construida sobre pilotes. El mes pico de tormentas es noviembre. Sugerencia: espera una lluvia y luz extraordinaria, así que trae algo para mantenerte a ti y a tu cámara secos.
En el interior, hay tormentas de nieve que disfrutar. El alojamiento Logden Lodge se encuentra en el sureste de la Columbia Británica en las Rocosas de Kootenay, a los pies de las montañas Selkirk, cerca de Nelson, a un paso del Resort de esquí Whitewater. Cuatro cabañas aisladas en 17 hectáreas de áreas silvestres privadas facilitan la desconexión del mundo. Reúnete alrededor de una cálida hoguera y observa cómo flota la nieve tipo polvo al caer del cielo, o disfruta la ventisca desde tu propia veranda cubierta y privada mientras estás envuelto en una manta, toma un poco de sidra de manzana caliente o Glühwein, otro momento “hygge”. Después, podrás salir a jugar en la nieve, ponerte las raquetas de nieve y recorrer los senderos que hay afuera, o si eres un esquiador, dirígete a la montaña.
No muy lejos de ahí, se encuentra el exclusivo Heli Esquí Snowwater, un elegante todo incluido de montaña, con seis suites de lujo en dos albergues alpinos adecuados para el heli-esquí para grupos pequeños. Termina el día con una comida gourmet creada por Jeremy Tucker, el chef estelar de verano en CedarCreek Estate Winery. Si alguna tormenta detiene a los helicópteros, un Snowcat de reserva significa que, en lugar de observar la tormenta desde el interior, aún podrás hacer giros en la nieve en este territorio virgen. Durante la última noche, el cielo se ilumina con fuegos artificiales.
Finalmente, un lugar excepcional para la observación de tormentas durante el invierno te espera a 2,347 metros, en el Resort de Kicking Horse Mountain cerca de Golden. Las dos suites Eagle’s Eye del chalet, ofrecen alojamiento completo de lujo con tu propio mayordomo y chef privado. Después de que la góndola se cierra, el alojamiento en la cumbre de la montaña es todo tuyo: disfruta del bar y la gran chimenea de piedra, así como de la soledad de ser las únicas personas en la montaña. Envuélvete en una manta y sal a la terraza para disfrutar de la intemperie, mientras la Madre Naturaleza deja caer la nieve que te garantizará una prístina pista fresca para el amanecer.